¿Has escuchado alguna vez el dicho “¡naranjas de la China!”? Seguro que sí. En ocasiones anteriores hemos hablado sobre el origen de otros dichos populares con referencias geográficas como quedarse a la luna de Valencia o de Madrid al cielo y hoy lo hacemos sobre la expresión que da título a este post.
Este dicho, en realidad, tiene dos versiones, la ya citada “naranjas de la China”, o también “nanay de la China”. En ambos casos el significado es una forma rotunda de negación.
En lo que respecta a la primera de las dos formas del dicho, y según documenta Gregorio Doval en su libro “Del hecho al dicho” (Ed. Del Prado, Madrid, 1995), este procede de la incredulidad de los españoles ante el hecho de que se pudieran importar naranjas frescas y en buen estado de un país tan lejano como China (país del que procedían estos productos).
Por lo que respecta a la segunda forma del dicho, explicar en primer lugar que la palabra nanay, está recogida por la RAE como una “interjección coloquial para negar rotundamente algo”. Esta expresión parece proceder de la modificación de la expresión “nada de nada”, que pasaría a ser “na de na” y de ahí a la actual nanay. Según esta explicación etimológica y teniendo en cuenta que el dicho trata de negar algo con rotundidad, el uso de la palabra nanay en lugar de naranjas, enfatizaría la negación.
Así que ya sabes, si te vuelven a responder a una petición o comentario con un incrédulo “¡naranjas de la china!”, puedes contestarle que gracias a las cámaras frigoríficas todo es posible, hasta traer naranjas del gigante asiático. Probablemente no cambiará de opinión, pero le enseñarás algo valioso y te quedarás con la última palabra.