El portugués Bartolomé Díaz fue el primer marinero en recorrer el extremo sur de África. Una hazaña antes inimaginable, pese a que algunas fuentes apuntan que los fenicios pudieron hacerlo más de 600 años antes.
El siglo XV destacó por la conquista por el comercio transoceánico entre los grandes imperios de Europa. La ruta a las Indias se consideró como un objetivo primordial para liderar la de economía mundial. Así, pues Portugal logró numerosas gestas durante esta época, con algunos de los mejores navegantes de la historia.
Fue el rey Juan II, el mismo que le negó la financiación de su partida a Cristobal Colón -que acabaría siendo el descubrimiento de América-, el que financió la partida que llevaría a Díaz al Cabo de Buena Esperanza. Como en aquella época, el espionaje comenzaba a hacer sus pinitos entre los embajadores enviados a las cortes de los diferentes reinos, el monarca encontró una tapadera perfecta.
Con la excusa de enviar un emisario a presentar sus respetos al Preste Juan, un emperador cristiano entre los musulmanes de Oriente Medio en la zona actualmente conocida como Etiopía, el monarca lusitano mandó preparar la expedición a un reputado marino.
La formación de Bartolomé se remonta a sus inciertos orígenes -supuestamente judíos- con experiencia sobre los mares y a una formación marítima desde su pronta juventud. Estudió matemáticas y astrología en la Universidad de Lisboa y complementó su formación en el ejército, sirviendo en la fortaleza de San Jorge de la Mina.
Su vida cambió cuando pasó a formar servicio junto a Diogo de Azabumja en una expedición con rumbo a la Costa de Oro (Ghana), también en el Golfo de Guinea. Este acontecimiento impulsó su carrera y le convirtió en superintendente de los grandes almacenes reales y maestro velero del barco de guerra São Cristóvão.