Formas de viajar hay muchas y, cada vez son más, las alternativas al turismo tradicional. Si bien es cierto que los destinos de sol y playa son la fuente de buena parte de los ingresos del sector, no es menos cierto que el turismo sostenible se perfila como una alternativa que cobra fuerza. Una de las razones del ascenso de este tipo de propuestas (asociadas tradicionalmente con el turismo verde o ecológico pero que ofrecen un sinfín de matices) tiene que ver con la paulatina concienciación por el respeto al medio ambiente o el desarrollo sostenible.
El calentamiento global lleva décadas evidenciando la realidad de un cambio climático que, queramos o no, es consecuencia de malas praxis, muchas veces, vinculadas al desarrollo de un turismo salvaje que, hasta hace apenas unos años, apenas prestaba atención a cuestiones como la flora y fauna, la contaminación del medio ambiente o el desarrollo sostenible. Esa visión, relativamente reciente, del turismo responsable se traduce en una experiencia basada en el respeto, no sólo de la población local sino también del propio patrimonio cultural, el medio ambiente y hasta el propio viajero.
De la suma de todos ellos surgen experiencias que aportan al viajero algo más que comodidad y descanso a unos precios interesantes. Se trata de viajes sostenibles llenos de autenticidad en los que cuestiones como el respeto al medio ambiente, la apuesta por la economía local y el desarrollo sostenible van de la mano. En la práctica, no se busca copar el sector sino mejorarlo haciendo que cualquier tipo de turismo sea más sostenible y, en consecuencia, se reduzcan los impactos negativos y aumenten los positivos.